La idea de la tabula rasa ha sido un concepto muy debatido en la psicología durante el siglo XX. Esta teoría sostiene que al nacer, la mente humana es como una pizarra en blanco, sin ningún tipo de sesgo biológico o conocimiento previo. Según esta idea, somos como esponjas que absorben la cultura y el entorno que nos rodea, y es precisamente esta influencia externa la que estructura nuestra mente.
El Behaviorismo y la Tabula Rasa
Uno de los máximos exponentes de la teoría de la tabula rasa fue el psicólogo estadounidense B.F. Skinner, quien desarrolló una corriente de pensamiento conocida como behaviorismo. Skinner creía que el ambiente en el que crecemos y nos desarrollamos es determinante en nuestra conducta y forma de pensar.
Además, Skinner fue conocido por su invención del Air Crib, una cuna especialmente diseñada para proporcionar el entorno óptimo de crecimiento para los niños hasta los dos años de edad. Sin embargo, es importante destacar que esta teoría no tuvo un gran impacto en la comunidad científica y su fama se debió más a esta invención que a sus ideas sobre la tabula rasa.
La Realidad sobre la Tabula Rasa
A pesar de la popularidad de la tabula rasa en la psicología del siglo XX, la ciencia ha demostrado que esta teoría no es del todo acertada. Ningún animal nace como una pizarra en blanco, y los seres humanos no somos la excepción.
Desde Copérnico, la ciencia ha buscado desafiar nuestra creencia en la excepcionalidad humana. No somos el centro del sistema solar, ni de la galaxia, ni del universo. Tampoco somos el clímax de ninguna creación ni la perla de la biología. En realidad, somos simplemente una especie más en el planeta.
Nuestra inteligencia y habilidades están influenciadas por nuestros genes. Durante el desarrollo fetal, los genes juegan un papel fundamental en la construcción de nuestro cerebro, la proliferación de las neuronas y la formación de las conexiones sinápticas. Además, cuando aprendemos algo nuevo, son esos mismos genes los que se activan para crear nuevas sinapsis y circuitos en nuestro cerebro.
Por lo tanto, es evidente que existen genes asociados a la inteligencia y que estos juegan un papel importante en nuestras capacidades cognitivas. La idea de que nacemos sin ningún tipo de predisposición genética es simplemente una superstición psicológica.
La Investigación Genética y la Inteligencia
Recientes investigaciones en el campo de la genética han demostrado la existencia de genes asociados a la inteligencia. La jefa de genética de la Universidad de Vrije, en Ámsterdam, Danielle Posthuma, ha identificado 016 genes relacionados con la inteligencia.
Estos genes están implicados en el desarrollo del cerebro y su estructura sináptica, y sus variantes pueden estar relacionadas con trastornos como el alzheimer, la esquizofrenia y el déficit de atención, entre otros. Estos hallazgos respaldan la idea de que nuestra inteligencia no es simplemente el resultado del entorno en el que crecemos, sino que también está influenciada por nuestra genética.
El concepto de tabula rasa no es nuevo y ha sido discutido desde hace siglos. En la filosofía, Aristóteles fue uno de los primeros en plantear la idea de que la mente es como una tabla rasa al nacer.
Según Aristóteles, no nacemos con ideas innatas, sino que el conocimiento se adquiere a través de la experiencia y la percepción sensorial. En otras palabras, nuestra mente es como un lienzo en blanco que se va llenando de conocimiento a medida que interactuamos con el entorno que nos rodea.
John Locke y la Teoría de la Tabula Rasa
Otro filósofo influyente en la idea de la tabula rasa fue John Locke, considerado como uno de los pensadores más importantes del empirismo inglés y conocido como el padre del liberalismo clásico. Locke defendía la idea de que nacemos sin ideas innatas y que todo nuestro conocimiento es adquirido a través de la experiencia.
Locke argumentaba que la mente al nacer es como una tabla en blanco y que es a través de la experiencia que vamos formando nuestras ideas y conocimientos. De esta manera, rechazaba la idea de que nacemos con conocimientos preexistentes y sostenía que todo lo que sabemos es el resultado de nuestras experiencias y percepciones.
Finales
La teoría de la tabula rasa sostiene que al nacer, nuestra mente es como una pizarra en blanco, libre de sesgo biológico o conocimiento previo. Sin embargo, la ciencia ha demostrado que esta teoría no es del todo acertada.
Los genes juegan un papel fundamental en la formación de nuestro cerebro y en nuestras capacidades cognitivas. Además, investigaciones recientes han identificado genes asociados a la inteligencia, lo que respalda la idea de que nuestras capacidades mentales no son simplemente el resultado del entorno en el que crecemos.
Si bien la influencia del entorno es importante, es evidente que nuestra genética también desempeña un papel fundamental en nuestra forma de pensar y procesar la información. Por lo tanto, es necesario considerar tanto los factores genéticos como ambientales al estudiar el desarrollo de la mente humana.
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