La frustración es una emoción que se produce cuando una persona no logra alcanzar un deseo y tiene una reacción adversa, alejada del autocontrol. Es un tipo de reacción emocional al estrés, que tiene su origen en el mal manejo de un resultado desfavorable obtenido. Esta emoción es común sentirse cuando se tiene más estrés del debido, ya sea en el ámbito laboral, personal o familiar.
¿Cómo se comporta una persona frustrada?
La frustración puede afectar a una persona de formas muy diversas, tanto a nivel físico como psicológico, ya que afecta al estado de ánimo. Algunos de los síntomas más comunes de una persona frustrada son:
- Sentir ansiedad en mayor o menor medida
- Tener un ataque de ira
- Sentir contrariedad
- Estar irritable
- Mostrarse abrumado y no ser capaz de relajarse
Además, hay gestos que también pueden indicar este sentimiento, como fruncir el ceño, resoplar, suspirar o hacer movimientos corporales repetitivos.
¿Cuáles son los síntomas de una persona frustrada?
Distintos estudios sugieren que, tras un episodio frustrante, las personas pueden sentir una mezcla de emociones que incluyen estrés, ira, tristeza o rabia. Llevada al extremo, la frustración podría conducir a la agresión, un descenso de la autoestima o tendencia a la depresión. Si bien no durarán mucho tiempo, trabajarlas hará que se esfumen con mayor rapidez, pudiendo retornar a un estado de tranquilidad.
El estrés puede ser, en este caso, un factor determinante, porque puede hacer que la reactividad aumente y reducir la tolerancia a la frustración. Puede aportar una mayor sensación de pérdida de control y hacer que pequeños fracasos causen un nivel desproporcionado de contrariedad. Tener un buen manejo del estrés puede ser de gran ayuda a la hora de aliviar el sentimiento de frustración.
A su vez, mejorar la tolerancia a la frustración puede ayudar a reducir el estrés, ya que ambos se retroalimentan, ya que la frustración es una reacción común a los factores estresantes recurrentes y el estrés puede ayudar a sentir incapacidad para alcanzar las metas, lo que predispone a la frustración en el momento que algo no sale como se espera.
¿Qué tipo de frustración hay?
Existen dos tipos de frustración en función del locus de control:
Frustración con locus de control interno
Se entiende está frustración como aquella que tiene que ver directamente con la influencia que nosotros podemos ejercer sobre la situación.
Frustración con locus de control externo
A diferencia de la anterior, en este caso no tenemos influencia sobre la situación, es decir, a priori no podemos hacer nada para cambiarla.
¿Qué significa ser tolerante a la frustración?
La tolerancia a la frustración depende de cada persona y está muy relacionada con la capacidad de afrontar los obstáculos que nos encontramos en la vida, la adaptación a ellos y la gestión emocional involucrada en este proceso.
La baja tolerancia a la frustración está relacionada con un malestar elevado que puede producir interferencia en la vida de la persona. Esta baja tolerancia puede incapacitar a quien la sufre a la hora de afrontar las dificultades.
La tolerancia a la frustración se desarrolla desde la infancia y la experiencia que vamos adquiriendo nos va formando a ello. Algunas causas importantes de la baja tolerancia a la frustración son la falta de límites claros, la impaciencia, la no aceptación de la idea de que las cosas no siempre son como queremos, la ausencia de resolución de conflictos, la dificultad para la adaptación al cambio y las inseguridades.
¿Cómo ser más tolerante a la frustración?
Para ser más tolerante a la frustración, es importante reconocer y aceptar la emoción, re-elaborar nuestros objetivos, tener paciencia, identificar y analizar nuestras creencias irracionales, aprender de la situación, reconocer nuestros errores, ser autocompasivos y buscar alternativas. Además, es fundamental conocer nuestras limitaciones y trabajar en nuestra autoestima.
¿Cómo gestionar la frustración?
Para gestionar la frustración, es importante reconocer y aceptar la emoción, expresarla de manera adecuada, llevar nuestra mente a un lugar seguro, conocer nuestras limitaciones, buscar alternativas, reconocer nuestros errores y ser autocompasivos. Además, es fundamental trabajar en nuestra comunicación, tanto con nosotros mismos como con los demás, y aprender a gestionar nuestras emociones de manera saludable.
La frustración es una emoción normal que todos experimentamos en algún momento de nuestras vidas. Es importante reconocerla, aceptarla y aprender a gestionarla de manera adecuada. Mejorar nuestra tolerancia a la frustración y trabajar en nuestra inteligencia emocional nos ayudará a enfrentar los desafíos de la vida de manera más efectiva y saludable.
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