La desconfianza es una emoción desagradable que surge a partir del temor a ser lastimados o pasar por situaciones difíciles. Es una sensación de incertidumbre y falta de seguridad hacia una persona, situación o cosa. En la psicología, se entiende la desconfianza como la falta de confianza en alguien o algo, lo cual implica no esperar algo positivo de esa persona o situación debido a la posibilidad de ser decepcionados o traicionados.
Origen de la desconfianza
La desconfianza tiene su origen en la propia inseguridad e incertidumbre de las personas. Surge como una forma de protección ante posibles daños o malas experiencias. A menudo, asociamos la desconfianza a situaciones o personas que nos han lastimado en el pasado, y esto nos lleva a anticipar que otras personas podrían hacernos daño de la misma manera.
La psicóloga Patricia Fernández explica que cuando vemos a alguien por primera vez, podemos tener un instinto o una vocecilla interna que nos aconseja alejarnos y no confiar en esa persona. Esta sensación de rechazo puede ser una forma de autoprotección, ya que asociamos características o comportamientos de esa persona con situaciones o personas que nos lastimaron en el pasado.
Razones para desconfiar
No existen características claras y concisas de las personas que generan desconfianza. La desconfianza surge a partir de una combinación de actitudes, acciones y motivos que nos hacen sentir inseguros. Cada persona puede tener diferentes motivos para desconfiar, y muchas veces estos motivos están relacionados con experiencias pasadas.
Algunas personas pueden tener desconfianza a la hora de establecer vínculos afectivos, como parejas o amistades, debido al miedo a ser lastimados. Sin embargo, esta desconfianza también puede perjudicar a la persona que la experimenta, ya que implica estar constantemente en alerta y temor a que ocurra aquello que se teme. Al no confiar en los demás, se dificulta la posibilidad de establecer relaciones y vivir experiencias positivas.
Tener en cuenta que no es bueno ni malo ser desconfiado, pero es necesario encontrar un equilibrio. La confianza se gana con el tiempo, al igual que la desconfianza debería ser algo que se desarrolle gradualmente. Confíar plenamente en alguien sin conocerlo puede ser exagerado, pero desconfiar tanto de alguien al punto de no querer conocerlo puede ser perjudicial.
Cómo frenar la desconfianza
Si te consideras una persona desconfiada, es importante reconocerlo y entender que esta actitud puede afectar tus relaciones y tu bienestar emocional. La psicóloga Patricia Fernández recomienda ser realista y objetivo al evaluar a las personas y situaciones. Es necesario analizar las pruebas de realidad, es decir, tener en cuenta las características y comportamientos reales de una persona o situación antes de juzgar y desconfiar.
Es importante recordar que el hecho de haber sido lastimado en el pasado no garantiza que en el futuro se repitan las mismas experiencias negativas. Muchas veces, los juicios y las desconfianzas parten de pensamientos distorsionados y desadaptativos. Es fundamental ser conscientes de estas distorsiones cognitivas y aprender a racionalizar y reevaluar nuestras creencias y expectativas hacia los demás.
La desconfianza es una emoción que surge a partir del temor a ser lastimados o pasar por situaciones difíciles. Es importante encontrar un equilibrio entre la confianza y la desconfianza, y aprender a analizar de manera objetiva las personas y situaciones antes de juzgar y desconfiar. Frenar la desconfianza nos permitirá establecer relaciones más saludables y vivir experiencias positivas.
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