El accidente cerebrovascular (ACV) es un trastorno repentino de la circulación sanguínea cerebral que puede generar una combinación de síntomas físicos y alteraciones mentales que pueden persistir en el tiempo. Según un estudio realizado en España, hasta el 45% de los pacientes presentan discapacidad moderada o severa tres meses después del ACV, lo que limita su capacidad funcional. Esta condición se convierte en la principal causa de discapacidad, afectando a entre 500 y 600 personas por cada 100,000 habitantes.
Además de los síntomas físicos, el ACV puede derivar en una serie de problemas mentales que a menudo son ignorados o subestimados. Mientras que las afasias y los síndromes demenciales severos son fácilmente reconocibles, la heminegligencia, el deterioro cognitivo leve, los cambios de personalidad y las alteraciones emocionales tienden a pasar desapercibidos. En particular, las alteraciones emocionales como la ansiedad, la tristeza, el llanto o la anhedonia, suelen ser interpretadas como reacciones naturales a la pérdida de la capacidad física.
Importancia de la detección temprana
Es importante destacar que los esfuerzos sanitarios se centran principalmente en los días o semanas posteriores al ACV, lo que garantiza la detección de problemas físicos en fase aguda y subaguda. Sin embargo, la detección de los cambios mentales en fase subaguda y crónica, especialmente aquellos que fluctúan y no se pueden medir fácilmente, tiende a ser menor. Estos cambios en la conducta social pueden generar problemas de convivencia y un gran deterioro en la calidad de las relaciones interpersonales.
Desafortunadamente, la Psiquiatría tiende a autoexcluirse de la atención a este grupo de pacientes, lo que resulta en una atención deficiente a los problemas psicopatológicos que presentan tanto los pacientes como sus familias.
Depresión y otros trastornos emocionales
La depresión es uno de los trastornos emocionales más comunes que pueden surgir después de un ACV. Sin embargo, la determinación de su prevalencia ha arrojado resultados muy dispares debido a la diversidad de instrumentos de evaluación y criterios nosológicos utilizados, así como a las diferencias en las poblaciones estudiadas y los momentos en que se evalúan los pacientes. Además, la inclusión o exclusión de síntomas como el llanto patológico o la apatía dentro del grupo de pacientes con depresión puede afectar significativamente los datos finales de prevalencia.
Además de la depresión, existen otras alteraciones psicopatológicas y conductuales que pueden presentar síntomas similares. Algunas de las más frecuentes incluyen:
- Emocionalismo o risa y llanto patológico: se trata de reacciones exageradas de llanto o risa, desencadenadas por estímulos menores y fuera del control voluntario del individuo. Este síndrome suele responder bien a los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS).
- Fatiga post-ictus: se caracteriza por un cansancio intenso ante mínimos esfuerzos mentales o físicos, incluso en ausencia de otros síntomas depresivos.
- Reacción catastrófica: se refiere a reacciones súbitas de llanto, enfado y temor ante la vivencia de fracaso al enfrentar una tarea, aunque se diferencia de la depresión por su presentación en forma de episodio agudo.
- Apatía: se caracteriza por la falta de iniciativa, actividad y emociones espontáneas. La indiferencia emocional puede ser uno de los elementos responsables del cambio en el comportamiento habitual.
- Anosognosia: se refiere a la falta de conciencia sobre la discapacidad y sus consecuencias. Puede manifestarse de diferentes formas, incluyendo la indiferencia emocional que acompaña a la constatación de la discapacidad.
- Cambios en la conducta social: los pacientes con ACV a menudo experimentan cambios en su comportamiento social, lo que puede generar problemas de convivencia y deterioro en las relaciones interpersonales.
Uno de los cambios conductuales más comunes después de un ACV es la irritabilidad. Este estado emocional se caracteriza por un reducido control del temperamento, lo que predispone a ciertas emociones negativas, valoraciones hostiles de situaciones y conductas agresivas. La irritabilidad puede tener diferentes orígenes, como el bajo estado de ánimo, la fatiga, la intolerancia a la frustración y la reducción en la capacidad para resolver problemas.
Otro cambio de conducta frecuente es la rigidez, que se refiere a la incapacidad para modificar planes preconcebidos a pesar de las circunstancias cambiantes. Esto se debe a una impermeabilidad del sistema planificador de acciones, que puede estar relacionada con déficits en la memoria de trabajo y la capacidad de prever posibles cambios en las circunstancias.
El egocentrismo también es común después de un ACV y se caracteriza por la incapacidad para considerar las intenciones, deseos y estados de ánimo de los demás. Esto puede generar conductas egocéntricas y malestar en las relaciones interpersonales.
La reducción de iniciativa e indiferencia emocional suelen estar asociadas a la apatía, que puede evitar el sufrimiento al paciente pero exasperar a las personas cercanas. Algunos pacientes también pueden experimentar un empobrecimiento en la generación de contenidos mentales por defecto, lo que se traduce en una falta de actividad mental cuando no se está pensando en nada en particular.
Además de estos cambios conductuales, el ACV puede causar enlentecimiento en el procesamiento de la información, lo que a su vez puede resultar en aislamiento social y dificultades en la participación en conversaciones o tareas que requieren comprensión y generación de respuestas. También pueden ocurrir reacciones catastróficas, especialmente cuando los pacientes experimentan fracasos inesperados en sus habilidades cotidianas.
La conducta social de los pacientes con ACV puede verse afectada de diversas formas, dependiendo de los cambios cognitivos y emocionales que experimenten. Es importante que los profesionales de la salud presten atención a estos cambios y brinden una atención integral que incluya la evaluación y el tratamiento de los trastornos emocionales y conductuales. Además, se requiere una mayor investigación para comprender mejor los mecanismos subyacentes a estos cambios y desarrollar estrategias de intervención más efectivas.
Consultas habituales
¿Qué es un ACV?
El ACV es un trastorno brusco de la circulación sanguínea cerebral que puede generar síntomas físicos y alteraciones mentales.
¿Cuáles son los trastornos emocionales más comunes después de un ACV?
Entre los trastornos emocionales más comunes después de un ACV se encuentran la depresión, el emocionalismo o risa y llanto patológico, la fatiga, la reacción catastrófica, la apatía y los cambios en la conducta social.
¿En qué consiste la irritabilidad después de un ACV?
La irritabilidad después de un ACV se caracteriza por un reducido control del temperamento, lo que predispone a ciertas emociones negativas, valoraciones hostiles y conductas agresivas.
¿Cómo se puede tratar la apatía después de un ACV?
El tratamiento de la apatía después de un ACV puede incluir terapia ocupacional, terapia de estimulación cognitiva y psicoterapia, entre otras opciones.
Tabla de trastornos emocionales y conductuales post-ictus
Trastorno | Síntomas |
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Emocionalismo o risa y llanto patológico | Reacciones exageradas de llanto o risa, desencadenadas por estímulos menores y fuera del control voluntario del individuo. |
Fatiga post-ictus | Cansancio intenso ante mínimos esfuerzos mentales o físicos, incluso en ausencia de otros síntomas depresivos. |
Reacción catastrófica | Reacciones súbitas de llanto, enfado y temor ante la vivencia de fracaso al enfrentar una tarea. |
Apatía | Falta de iniciativa, actividad y emociones espontáneas. |
Anosognosia | Falta de conciencia sobre la discapacidad y sus consecuencias. |
Cambios en la conducta social | Cambios en el comportamiento social que pueden generar problemas de convivencia y deterioro en las relaciones interpersonales. |
El ACV puede tener un impacto significativo en la salud mental de los pacientes, generando una variedad de trastornos emocionales y conductuales. Es fundamental que los psicólogos y otros profesionales de la salud brinden una atención integral a estos pacientes, identificando y tratando adecuadamente los trastornos emocionales y conductuales que puedan surgir después de un ACV.
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